¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el
amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo
con lo que uno "tropieza" si tiene suerte?
Todos están sedientos de amor; ven innumerables películas basadas en
historias de amor felices y desgraciadas, escuchan centenares de canciones
triviales que hablan del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo
que aprender acerca del amor.
Esa peculiar actitud se debe a varios factores que, individualmente o
combinados, tienden a sustentarla. Para la mayoría de la gente, el problema
del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia
capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se
los ame, cómo ser dignos de amor.
Para alcanzar ese objetivo, siguen varios caminos. Uno de ellos, utilizado en
especial por los hombres, es tener éxito, ser tan poderoso y rico como lo
permita el margen social de la propia posición. Otro, usado particularmente
por las mujeres, consiste en ser atractivas por medio del cuidado del cuerpo,
la ropa, etc. Existen otras formas de hacerse atractivo, que utilizan tanto
los hombres como las mujeres, dependiendo de lo que el ambiente social valore
más en ese momento y lugar. Muchas de las formas de hacerse querer son iguales
a las que se utilizan para alcanzar el éxito, para "ganar amigos e influir
sobre la gente".
En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra cultura equivale a
digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal.
La segunda premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que aprender
sobre el amor, es la suposición de que el problema del amor es el de un objeto
y no de una facultad. La gente cree que amar es sencillo y lo difícil
encontrar un objeto apropiado para amar -o para ser amado por él-. En las
últimas generaciones el concepto de amor romántico se ha hecho casi universal
en el mundo occidental. En los Estados Unidos de Norteamérica, si bien no
faltan consideraciones de índole convencional, la mayoría de la gente aspira a
encontrar un "amor romántico", a tener una experiencia personal del amor que
lleve luego al matrimonio. Ese nuevo concepto de la libertad en el amor debe
haber acrecentado enormemente la importancia del objeto frente a la de la
función.
Hay en la cultura contemporánea otro rasgo característico, estrechamente
vinculado con ese factor. Toda nuestra cultura está basada en el deseo de
comprar, en la idea de un intercambio mutuamente favorable. La felicidad del
hombre moderno consiste en la excitación de contemplar las vidrieras de los
negocios, y en comprar todo lo que pueda, ya sea al contado o a plazos. El
hombre (o la mujer) considera a la gente en una forma similar. Una mujer o un
hombre atractivos son los premios que se quiere conseguir. "Atractivo"
significa habitualmente un buen conjunto de cualidades que son populares y por
las cuales hay demanda en el mercado de la personalidad. Las características
específicas que hacen atractiva a una persona dependen de la moda de la época,
tanto física como mentalmente.
De cualquier manera, la sensación de enamorarse sólo se desarrolla con
respecto a las mercaderías humanas que están dentro de nuestras posibilidades
de intercambio. Quiero hacer un buen negocio; el objeto debe ser deseable
desde el punto de vista de su valor social y al mismo tiempo, debo resultarle
deseable, teniendo en cuenta mis valores y potencialidades manifiestas y
ocultas. De ese modo, dos personas se enamoran cuando sienten que han
encontrado el mejor objeto disponible en el mercado, dentro de los límites
impuestos por sus propios valores de intercambio. En una cultura en la que
prevalece la orientación mercantil y en la que el éxito material constituye el
valor predominante- no hay en realidad motivos para sorprenderse de que las
relaciones amorosas humanas sigan el mismo esquema de intercambio que gobierna
el mercado de bienes y de trabajo.
El tercer error que lleva a suponer que no hay nada que aprender sobre el
amor, radica en la confusión entre la experiencia inicial del "enamorarse" y
la situación permanente de estar enamorado o, mejor dicho de "permanecer"
enamorado. Si dos personas que son desconocidas la una para la otra, como lo
somos todos, dejan caer de pronto la barrera que las separa y se sienten
cercanas, se sienten uno, ese momento de unidad constituye uno de los más
estimulantes y excitantes de la vida. Y resulta aún más maravilloso y
milagroso para aquellas personas que han vivido encerradas, aisladas, sin
amor. Ese milagro de súbita intimidad suele verse facilitado si se combina o
inicia con la atracción sexual y su consumación. Sin embargo, tal tipo de amor
es, por su misma naturaleza, poco duradero. Las dos personas llegan a
conocerse bien, su intimidad pierde cada vez más su carácter milagroso, hasta
que su antagonismo, sus desilusiones, su aburrimiento mutuo, terminan por
matar lo que pueda quedar de la excitación inicial. No obstante, al comienzo
no saben todo esto; en realidad, consideran la intensidad del apasionamiento,
ese estar "locos" el uno por el otro, como una prueba de la intensidad de su
amor, cuando sólo muestra el grado de su soledad anterior.
Esa actitud -que no hay nada más fácil que amar- sigue siendo la idea
prevaleciente sobre el amor, a pesar de las abrumadoras pruebas de lo
contrario. Prácticamente no existe ninguna otra actividad o empresa que se
inicie con tan tremendas esperanzas y expectaciones, y que, no obstante,
fracase tan a menudo como el amor. Si ello ocurriera con cualquier otra
actividad, la gente estaría ansiosa por conocer los motivos del fracaso y por
corregir sus errores o renunciaría a la actividad. Puesto que lo último es
imposible en el caso del amor, sólo parece haber una forma adecuada de superar
el fracaso del amor, y es examinar las causas de tal fracaso y estudiar el
significado del amor.
El primer paso a dar es tomar conciencia de que el amor es un arte como es un
arte el vivir. Si deseamos aprender a amar debemos proceder en la misma forma
en que lo haríamos si quisiéramos aprender cualquier otro arte, música,
pintura, carpintería o el arte de la medicina o la ingeniería.
¿Cuáles son los pasos necesarios para aprender cualquier arte? El proceso de
aprender un arte puede dividirse convenientemente en dos parte: una, el dominio
de la teoría; la otra, el dominio de la práctica. Si quiero aprender el arte de
la medicina, primero debo conocer los hechos relativos al cuerpo humano y a las
diversas enfermedades. Una vez adquirido todo ese conocimiento teórico, aún no
soy en modo alguno competente en el arte de la medicina. Sólo llegaré a
dominarlo después de mucha práctica, hasta que eventualmente los resultados de
mi conocimiento teórico y los de mi práctica se fundan en uno, mi intuición, que
es la esencia del dominio de cualquier arte. Pero aparte del aprendizaje de la
teoría y la práctica, un tercer factor es necesario para llegar a dominar
cualquier arte el dominio de ese arte debe ser un asunto de fundamental
importancia, nada en el mundo debe ser más importante que el arte. Esto es
válido para la música, la medicina, la carpintería y el amor. Y quizás radique
ahí el motivo de que la gente de nuestra cultura, a pesar de sus evidentes
fracasos, sólo en tan contadas ocasiones trata de aprender ese arte. No obstante
el profundo anhelo de amor, casi todo lo demás tiene más importancia que el
amor: éxito, prestigio, dinero, poder; dedicamos casi toda nuestra energía a
descubrir la forma de alcanzar esos objetivos, y muy poca a aprender el arte del
amor.
¿Sucede acaso que sólo se consideran dignas de ser aprendidas las cosas que
pueden proporcionarnos dinero o prestigio, y que el amor, que "sólo" beneficia
al alma, pero que no proporciona ventajas en el sentido moderno, sea un lujo por
el cual no tenemos derecho a gastar muchas energías?